Descartado este argumento, continué con el firme propósito de encontrar un motivo que verdaderamente justificara, objetivamente, el dolor de estómago que experimentaba cada vez que pensaba en la posible llegada del Granada 74 a Cartagena. Así, lo siguiente que se me ocurrió para razonar mi postura fue que el mercadeo de plazas no está bien, y que los equipos deben ganarse su derecho a militar en la categoría que sea en el terreno de juego con sus goles; y no gracias a los euros de nadie. Pero cuando creí que había conseguido mi objetivo, caí en la cuenta de que el actual FC Cartagena no nació tampoco desde la categoría más baja en su momento (Primera Regional) sino que compró la plaza del Balsicas, militante en Territorial Preferente, ahorrándose así un año en su carrera por llegar al fútbol profesional.
Para autoconvencerme de que, a pesar de todo lo expuesto anteriormente, mi actitud seguía siendo la más loable y razonable, decidí basarme en cuestiones algo más prácticas y menos espirituales. Así, me aferré a la idea de que era una insensatez darle nuestro apoyo a un equipo que, del mismo modo que hoy llegaba a Cartagena, mañana podría marcharse a otro sitio. Pero cuando recordé a Paco Gómez y sus declaraciones amenazando con llevarse el FC Cartagena ("ande" le plazca) en el futuro, comprendí que tampoco es que la permanencia del equipo actual en la ciudad esté demasiado asegurada.
En definitiva, me dí cuenta de que ambos equipos han nacido de manera algo artificial y sin arraigo social ninguno; los dos "compraron" su derecho a militar en una categoría superior sin ganárselo en el campo y ambas entidades tienen en común el encontrarse dirigidas por caballeros que, sin contar con el pueblo, pueden hacer lo que les venga en gana con ellas. Incluso llevárselas a otro lugar. Así fue como llegué a la conclusión de que nuestro equipo, el FC Cartagena, también es en cierto modo "un engendro" y que, no hay casi diferencias entre el "Balsicas" de Paco Gómez y el "Ciudad de Murcia" de Carlos Marsá; ambos son dos caras de la misma moneda.
Fue entonces cuando me abordó una especie de crisis de identidad; de desasosiego. No tenía donde agarrarme y me pregunté a qué equipo le estaba dando mi apoyo realmente (y, de paso, a qué persona). ¿Dónde está ese Club que se supone que debe representarnos a todos los cartageneros y reconciliarnos bajo su escudo? ¿Dónde se encuentran nuestras raíces y dónde quedó nuestro orgullo? ¿En qué momento nos equivocamos? Al final encontré la respuesta y me lamenté amargamente de que esta ciudad consintiera hace doce años la desaparición del viejo Efesé; el verdadero depositario de nuestras señas de identidad independientemente de quien lo dirija y el equipo por el que, al fin y al cabo, sufrieron, padecieron y lucharon nuestros mayores. Me pregunté si de haberse volcado la ciudad con el Cartagena FC, no estaríamos ya, a estas alturas, de vuelta en categoría nacional y terminé pensando que el follón que tenemos montado ahora es el justo castigo por no haber sido más serios y humildes al igual que en su día lo fueron las aficiones del Granada, el Murcia o el Oviedo (equipos que a pesar de las deudas y los descensos a tercera división, contaron con hinchadas que siempre se mantuvieron fieles).
Es la primera vez que lo digo pero yo siempre tuve cierto "cargo de conciencia" de no haber luchado más por el viejo Efesé. Como a todos los de mi generación, al pobre Cartagena FC sólo le quedó tiempo para darnos sinsabores (Getafe, Badajoz, Yecla...descenso a tercera) antes de morir deportivamente. Entonces éramos demasiado críos y no comprendíamos muy bien lo que significaba todo aquello de la retirada de la competición, ni las consecuencias que habría de traernos en el futuro. Así que, aunque dolidos, optamos por reengancharnos con el Cartagonova FC al que, por pura intuición, yo tuve la "suerte" de ir a apoyar desde Preferente en el campo de los Juncos y, por lo tanto, verlo dar sus primeros pasos.
Conforme fuí haciéndome mayor y veía lo que sucedía en otras ciudades (donde eran capaces, entre todos, de movilizarse y levantar equipos históricos al borde de la desaparición) fuí tomando conciencia de lo terriblemente humillante y vergonzoso que había sido el comportamiento de la sociedad cartagenera con el Cartagena FC. Secretamente llegué a desear que alguno de esos equipos históricos desapareciera con la esperanza de sentirme aliviado al ver que no éramos los únicos con semejante falta de orgullo y pundonor. Pero todos se salvaban a última hora gracias a manifestaciones populares, avales de última hora, apoyo empresarial o planes de viabilidad auspiciados por estamentos políticos. Mi opinión sobre mi ciudad y sus gentes se vería para siempre marcada por todos estos sucesos.
Como muchos amigos míos, para cuando fuí consciente de la gravedad de todo aquello, y del error tan tremendo que fue haber dejado morir de esa manera al viejo Efesé, ya estaba demasiado encariñado e implicado emocionalmente con el Cartagonova FC como para repudiarlo. Como digo, lo había visto nacer, ascender a tercera, fracasar en su primer asalto a la Segunda B, o triunfar la tarde del Tortosa en casa con aquel mágico 8-0 que devolvía a la ciudad a la categoría de bronce varios años después. Gestas como la victoria sobre el Murcia en la Condomina o el lleno total del estadio el día del Córdoba (a pesar de la derrota) sirvieron para que el Club se asentara un poco más en la sociedad cartagenera y nuevas caras se acercaran a las gradas del Municipal. Muchos eran viejos aficionados que no iban al fútbol desde hacía años mientras que otros, mucho más jóvenes, sólo conocían ya del viejo Efesé a través de las historias de sus padres o de sus abuelos.
Así se produjo el cambio; el relevo generacional. Sin embargo, siempre quedó en mi interior una especie de vacío, de tristeza, por todo lo que había sucedido con el Cartagena FC. Creo que por eso agradecí que el Cartagonova intentara parecerse lo máximo posible a él y recibí con los brazos abiertos detalles como el cambio en el diseño de la camiseta (de blanco a franjas blanquinegras) o que el grito de guerra ¡Efesé! ¡Efesé! volviera a las gradas del Cartagonova tantos años después.
También fue esa especie de remordimiento de conciencia, el que me impulsó a no dudarlo ni un instante cuando la continuidad del Cartagonova FC se vió amenazada el año de Luís Oliver (2003). Así, mis amigos y yo fundamos aquella temporada la Plataforma Salvemos al Cartago con la intención de concienciar al mayor número de gente de la importancia de no permitir una nueva desaparición; me aterraba la idea de que la ciudad asistiera impasible a una nueva eutanasia deportiva y que fuéramos de nuevo noticia a nivel nacional por culpa de nuestra indolencia y falta de espíritu. Si el destino del Cartagonova era desaparecer desaparecería pero, al contrario que ocho años atrás, esta vez no se podría decir que nadie movió un dedo. 9.000 firmas dieron fe de nuestro esfuerzo y sirvieron para respaldar (aunque sólo fuera simbólicamente) la petición de Gómez López a la Federación de que precipitara la salida de Oliver del Cartagonova.
Todas las aventuras y padecimientos vividos con La Plataforma hicieron que mi identificación y la de muchas personas con el Cartagonova fuera ya total. Ya lo sentía como algo propio; lo había visto nacer, caer en desgracia y salvarse. Todo en primera línea e incluso formando parte de ello. El vacío producido por la desaparición del viejo Efesé estaría ahí siempre y decidí que, simplemente, aprendería a vivir con él. Además, había resurgido en Regional a nivel aficionado y siempre podría ir a verlo de vez en cuando. Ya no había lucha interna. Mi equipo era el rebautizado FC Cartagena al que, además, se le presentaba un esperanzador futuro de la mano del empresario Paco Gómez...
Me equivoqué. Cuatro años después de aquello me vuelven a asaltar las dudas. Al igual que ha hecho con las rayas de la camiseta, Paco Gómez ha arrancado de mi pecho la certeza de que el FC Cartagena es el equipo de todos los cartageneros y, aunque siempre lo llevaré en mi corazón, la posibilidad de que llegue un nuevo Club a la ciudad y las paradojas que esto plantea, me han llevado a replantearme si mi verdadero equipo no será el que el otro día perdió 9-0 frente al FC Cartagena y juega los domingos en el Polígono. De momento ya he tomado la firme decisión de abonarme también a ese histórico Efesé. Después de todo, estamos en deuda con él. Si algún día resurgiera y lo comprara un empresario sin escrúpulos, al menos me estaría desvelando con razón por el equipo que conserva nuestras raíces, y no por el juguete engendrado por alguien que lo utiliza para su propio beneficio y pasatiempo.
Además, el adeudo del viejo Efesé es incluso inferior al del actual FC Cartagena (tributario de Paco Gómez hasta el fin de los días) y deportivamente sólo los separan dos categorías. Creo recordar que la deuda urgente con AFE (que le permitiría jugar de nuevo en Segunda B si asciende deportivamente), no llegaba ni a los 40 millones. ¿Cuánta gente volvería al estadio si resurgiera el Efesé? Soñar es gratis...