jueves, 30 de abril de 2009

Cartageneros y gaditanos

Si las posibilidades de ascenso de Cádiz y Cartagena van acordes al coeficiente intelectual demostrado por sus respectivas aficiones en esto de los foros de internet mucho me temo que el Irún y el Villarreal B sean ya equipos de Segunda. Es innegable, y hasta cierto punto disculpable, el hecho de que el balompié excita algunos de los bajos instintos que albergamos los aficionados. Pero una cosa es eso y otra, muy distinta, el lamentable espectáculo de mal gusto, incultura y analfabetismo al que he asistido atónito durante los pocos minutos que he aguantado leyendo una larga serie de reproches que se iban haciendo una y otra hinchada a propósito de un hipotético cruce entre Cádiz y Efesé en las eliminatorias de ascenso.

Sospecho, es más, deseo fervientemente, que no se trate de una muestra representativa de ambas aficiones. En el caso de Cádiz porque me disgustaría profundamente comprobar que la simpatía con la que es visto el club amarillo en el resto de España no tiene nada que ver con la clase o sapiencia futbolística de su afición sino, más bien, con su folclore y sus ganas de juerga. Y en el nuestro porque dispuesto, como estaba, a concederle un voto de confianza a la afisión tras su buen comportamiento en el último partido en casa, me vería obligado, otra vez, a dudar seriamente de la conveniencia de ascender a una categoría donde es preceptivo el mantener cierta compostura.

Creo que mucha gente no es consciente del daño que hace a la imagen de su ciudad o de su club cuando se pone a aporrear un teclado y escribir según qué barbaridades. Pero es que, además, en el caso que nos ocupa la polémica suscitada es del todo disparatada pues que, hasta donde yo sé, el sorteo de la promoción aún no se ha celebrado y, seguramente, ni unos ni otros terminemos viéndonos las caras.

Sería un lástima toda vez que, y aprovecho para decirlo, a mí me gustaría ver al Efesé enfrentarse al equipo gaditano en las eliminatorias de ascenso. Definitivamente -ahí están los fracasos de otros años- creo que no nos queda nada bien el cartel de favorito y, visto el resto de rivales, el Cádiz, quizás, sea el único con el que podamos repartirnos más proporcionalmente tal condición. Por otro lado ya advertí que sería bueno cambiar de mentalidad y acudir a los Play-Off dispuestos a vivir una fiesta y no a sufrir haciendo cábalas que luego demuestran ser del todo estériles. En este sentido es innegable que un choque entre Cádiz y Cartagena es el más bonito y colorido que puede darse si nos atenemos a la tradición futbolística de ambas ciudades, el número de aficionados que arrastran y la capacidad de sus estadios.


miércoles, 29 de abril de 2009

De vuelta a mi casa

Ignoro por arte de qué sortilegio el otrora intransigente y plañidero público del Cartagena se ha tornado de repente tan optimista y condescendiente con sus jugadores. Tampoco sé muy bien si tal comportamiento obedece a un verdadero cambio de mentalidad en la afisión, obrado milagrosamente durante mi meditada ausencia, o, simplemente, es fruto de un momento de enajenación mental colectiva (y transitoria) provocada por los últimos resultados del Efesé. Lo que sí sé es que me llena de orgullo confesar que fue la imagen de una afición entusiasta y entregada con el equipo lo que más me conmovió el día de mi regreso al estadio.

Mi amigo Jose tiene la teoría, nada descabellada, de que, realmente, se está produciendo un relevo generacional en la afisión y que es la arrogancia de la juventud, libre de prejuicios del pasado (y llena de fuerza para el futuro) la que, poco a poco, está consiguiendo desplazar a ese sector de la hinchada históricamente preocupado por criticar y cercenar las ilusiones del resto antes que de apoyar y comprometerse con el equipo. Considera, a quien me unen no pocos vínculos afectivos, que es, por tanto, el momento ideal para lograr el ascenso y que éste sirva de banderín de enganche a toda una prole de aficionados que, venturosos ellos, tienen el alma limpia de las muchas puñaladas que a los más veteranos nos ha ido dando el Efesé a lo largo de su historia.

Yo acogería con los brazos abiertos tan feliz conjetura si no fuera por el hecho de que, viendo el estado de la juventud actual en nuestro país, me cuesta creer que ésta sea capaz de aspirar a grandes hazañas, y mucho menos, a una tan gorda como la de acabar con la proverbial e histórica apatía de la afición cartagenera. No obstante, he de confesar que me excita sobremanera la posibilidad de un cambio de actitud en la afisión que, encabezado por la gente más joven, sea capaz de acabar con tantos años de desgracia deportiva. Espero, por tanto, que lo visto el pasado domingo frente al Fuerteventura no sea un espejismo y el graderío del Cartagonova persista en esta nueva actitud de apoyo y auxilio hacia el equipo justo ahora que es cuando más lo necesita.

En cuanto a lo visto sobre el terreno de juego el pasado domingo, y aunque yo ya contaba con que el Cartagena se impondría con facilidad a un equipo tierno como el canario, me sorprendió agradablemente el buen hacer de futbolistas como Tato o Hector Yuste. Especialmente me gustó este último, por su gran criterio a la hora de repartir juego y por lo que de simbólico tiene ver a un futbolista de la tierra desempeñando un papel tan importante en el Efesé. Tampoco anduvieron mal jugadores como Mena o Txiqui (quien tengo entendido que jugó fuera de su demarcación habitual) pero, al margen de individualidades, he de decir que, sobre todo, me gustó el carácter solidario de todo el equipo a la hora de defender y el compromiso y pundonor con el que porfiaban por cada balón. Todo esto me hace sospechar que la plantilla, a diferencia de otros años en los que la clasificación se ha conseguido varias jornadas antes del final del campeonato, va a llegar muy enchufada al Play-Off y que, definitivamente, este puede ser el año que tanto llevamos esperando.

Por lo demás, mi regreso al estadio transcurrió con normalidad y por momentos (sobre todo viendo el calamitoso arbitraje) pensé que, en verdad, no había pasado el tiempo. Sin embargo, lo más importante para mí, al margen de aspiraciones ascensoristas o cambios de talante en la afición, fue el cálido recibimiento (y algún que otro abrazo) que me brindaron algunos viejos amigos y compañeros de graderío. Es reconfortante comprobar que le siguen apreciando a uno; como reconfortante fue, también, el comprobar que, tras mucho tiempo sin hacerlo, era capaz de volver a emocionarme con un gol del Efesé. Y es que a veces un descanso nunca viene mal.


miércoles, 22 de abril de 2009

Cita con el destino

A lo largo de este año largo que llevo sin escribir en el Blog han sido varias las veces que he estado tentado de romper mi voto de silencio (casi siempre coincidiendo con alguna travesura del Efesé) pero he sabido contenerme y mantenerme fiel a una promesa que me hice a mí mismo en su día; la de dejar pasar un periodo de tiempo lo suficientemente largo como para que mi desintoxicación respecto a lo que rodea al Efesé fuera completa.

Tan firme ha sido mi propósito que, además de desatender la bitácora, me auto-receté el doloroso tratamiento de no pisar el estadio durante un buen periodo de tiempo, al punto de que son ya dieciocho los meses transcurridos desde la última vez que vi jugar al Efesé con mis propios ojos. Este proceder me ha privado, y bien que lo lamento, de la compañía de buenos amigos a los que la distancia me hace difícil ver en circunstancias distintas a las que suelen darse cada domingo en la Rambla de Benipila, pero, definitivamente, también me ha servido para reposar la mente (y descansar el espíritu) al abrigo de tareas más aburridas, aunque también más agradecidas, que la de andar preocupándome por los muchos desaguisados que suele brindarnos el Efesé. Sospecho que semejante conducta (pese a mediar prescripción facultativa) no resistirá el inapelable juicio del sector más conservador de la afición -del que yo también formé parte en su día (candorosos años de juventud)- si bien espero que sirva para mi desagravio (y el de mi conciencia) el simbólico gesto de haber seguido retirando puntualmente el carné de abonado cada mes de agosto.

Creo que, en lo sustancial, poco o nada ha cambiado desde que tomara la decisión de cogerme mis particulares vacaciones. El Cartagena sigue, bajo mi punto de vista, mal dirigido y al albur del pie con el que se levante su máximo mandatario mientras que su entorno (fundamentalmente afición y prensa) continua en posición genuflexa, olvidando su función primordial de fiscalización de la dirección del club y de los propios Poderes Públicos (ahí está, por ejemplo, la vergonzosa –y sempiterna- gestión de la cartera municipal de Deportes). En lo deportivo, pese a que los resultados parezcan decir lo contrario, las cosas no se han hecho mucho mejor y, dejando al margen la cuestión del inexplicable cese del anterior técnico (merecedora de capítulo aparte), lo cierto es que el equipo se ha beneficiado de la mediocridad de un grupo, el segundo, que, siendo honestos, tiene cierto tufillo a tercera.

Sin embargo, y sea como fuere (algo también se habrá hecho bien), el destino ha querido que, cuando tan sólo restan tres jornadas para finalizar la competición, el Cartagena comande en solitario la clasificación de su grupo lo que supone, caso de finalizar en ese mismo puesto, medio billete para el ansiado ascenso de categoría merced al nuevo sistema de promoción que, por imperativo federativo, premia a los campeones de cada grupo. Ante esta irrefutable realidad y la premura de unos acontecimientos que pueden hacernos vivir a todos un día histórico, cualquier intento de aparentar indiferencia o desinterés sería una gran impostura por parte de alguien que, como yo, quiere tanto al Efesé y, dicho sea de paso, casi se da con la cabeza en el techo cantando el gol de Carmona el pasado domingo.

Es la hora, por tanto, de aunar esfuerzos y cerrar filas en torno a nosotros mismos, quitarnos los complejos y trasladárselos a todos aquellos empeñados siempre en ver el lado negativo de las cosas. En este viaje no hay sitio para quemasangres. Soy de los que está convencido de que la mentalidad con la que la afición afronta este tipo de citas tiene una gran influencia sobre su desenlace. Yo ya lo he visto en otras ciudades. Por eso me gustaría que, por esta vez, los aficionados nos deshiciéramos de prejuicios y acudiéramos al estadio sin miedo a lo que pueda pasar si se pierde. No es momento de pensar en urgencias históricas ni acordarnos de lo cerca o lejos que se ha tenido otras veces. Eso -ya deberíamos estar escarmentados- nunca nos ha dado buenos resultados. Hay, por el contrario, que plantearse las cosas de otra manera e ir dispuestos a disfrutar de una fiesta, la de la promoción, en la que tendremos oportunidad de defender nuestros colores, de declararnos orgullosamente cartageneros y de comulgar, en definitiva, con el sentimiento de pertenencia a algo que nos seguirá uniendo a todos pase lo que pase; nuestro querido (mi querido) Efesé.

Nos vemos en el estadio.


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