A lo largo de este año largo que llevo sin escribir en el Blog han sido varias las veces que he estado tentado de romper mi voto de silencio (casi siempre coincidiendo con alguna travesura del Efesé) pero he sabido contenerme y mantenerme fiel a una promesa que me hice a mí mismo en su día; la de dejar pasar un periodo de tiempo lo suficientemente largo como para que mi desintoxicación respecto a lo que rodea al Efesé fuera completa.
Tan firme ha sido mi propósito que, además de desatender la bitácora, me auto-receté el doloroso tratamiento de no pisar el estadio durante un buen periodo de tiempo, al punto de que son ya dieciocho los meses transcurridos desde la última vez que vi jugar al Efesé con mis propios ojos. Este proceder me ha privado, y bien que lo lamento, de la compañía de buenos amigos a los que la distancia me hace difícil ver en circunstancias distintas a las que suelen darse cada domingo en la Rambla de Benipila, pero, definitivamente, también me ha servido para reposar la mente (y descansar el espíritu) al abrigo de tareas más aburridas, aunque también más agradecidas, que la de andar preocupándome por los muchos desaguisados que suele brindarnos el Efesé. Sospecho que semejante conducta (pese a mediar prescripción facultativa) no resistirá el inapelable juicio del sector más conservador de la afición -del que yo también formé parte en su día (candorosos años de juventud)- si bien espero que sirva para mi desagravio (y el de mi conciencia) el simbólico gesto de haber seguido retirando puntualmente el carné de abonado cada mes de agosto.
Creo que, en lo sustancial, poco o nada ha cambiado desde que tomara la decisión de cogerme mis particulares vacaciones. El Cartagena sigue, bajo mi punto de vista, mal dirigido y al albur del pie con el que se levante su máximo mandatario mientras que su entorno (fundamentalmente afición y prensa) continua en posición genuflexa, olvidando su función primordial de fiscalización de la dirección del club y de los propios Poderes Públicos (ahí está, por ejemplo, la vergonzosa –y sempiterna- gestión de la cartera municipal de Deportes). En lo deportivo, pese a que los resultados parezcan decir lo contrario, las cosas no se han hecho mucho mejor y, dejando al margen la cuestión del inexplicable cese del anterior técnico (merecedora de capítulo aparte), lo cierto es que el equipo se ha beneficiado de la mediocridad de un grupo, el segundo, que, siendo honestos, tiene cierto tufillo a tercera.
Sin embargo, y sea como fuere (algo también se habrá hecho bien), el destino ha querido que, cuando tan sólo restan tres jornadas para finalizar la competición, el Cartagena comande en solitario la clasificación de su grupo lo que supone, caso de finalizar en ese mismo puesto, medio billete para el ansiado ascenso de categoría merced al nuevo sistema de promoción que, por imperativo federativo, premia a los campeones de cada grupo. Ante esta irrefutable realidad y la premura de unos acontecimientos que pueden hacernos vivir a todos un día histórico, cualquier intento de aparentar indiferencia o desinterés sería una gran impostura por parte de alguien que, como yo, quiere tanto al Efesé y, dicho sea de paso, casi se da con la cabeza en el techo cantando el gol de Carmona el pasado domingo.
Es la hora, por tanto, de aunar esfuerzos y cerrar filas en torno a nosotros mismos, quitarnos los complejos y trasladárselos a todos aquellos empeñados siempre en ver el lado negativo de las cosas. En este viaje no hay sitio para quemasangres. Soy de los que está convencido de que la mentalidad con la que la afición afronta este tipo de citas tiene una gran influencia sobre su desenlace. Yo ya lo he visto en otras ciudades. Por eso me gustaría que, por esta vez, los aficionados nos deshiciéramos de prejuicios y acudiéramos al estadio sin miedo a lo que pueda pasar si se pierde. No es momento de pensar en urgencias históricas ni acordarnos de lo cerca o lejos que se ha tenido otras veces. Eso -ya deberíamos estar escarmentados- nunca nos ha dado buenos resultados. Hay, por el contrario, que plantearse las cosas de otra manera e ir dispuestos a disfrutar de una fiesta, la de la promoción, en la que tendremos oportunidad de defender nuestros colores, de declararnos orgullosamente cartageneros y de comulgar, en definitiva, con el sentimiento de pertenencia a algo que nos seguirá uniendo a todos pase lo que pase; nuestro querido (mi querido) Efesé.
Nos vemos en el estadio.