miércoles, 28 de octubre de 2009

Tambores de guerra

Me cuenta mi dilecto amigo César, insobornable seguidor del Hércules, que aún está impresionado por la cantidad de cartageneros que fuimos el pasado domingo al Martínez Valero. Él habla de que el año pasado, los seguidores herculanos desplazados a Elche ocuparon exactamente la misma zona que nosotros y los tornos de esas puertas contabilizaron 4600 espectadores...

Dice que tiene interés en ver cuántos seremos en Murcia, si bien me advierte de un hecho acaecido hace dos años (y aquí quería yo llegar) cuando 2,000 herculanos se desplazaron a la Nueva Condomina y tuvieron que lidiar con las malas artes del club grana:

"La verdad es que podéis batir registros en La Condomina. Por cierto, un campo muy majo. Eso sí, te advierto de cómo se las gastan allí. No recuerdo bien qué temporada fue, creo que hace 2 años, pero fuimos casi 2 mil personas al campo y para "callarnos" el Murcia "invitó" a unas peñas que se dedican a hacer tamborradas en algunas fiestas de algún pueblo de Murcia (serían unos 200, cada uno con su tambor). Pues los pusieron justo a nuestro lado y te aseguro que es la experiencia más desagradable que he tenido en mi vida. No sabes lo que es ver un partido sin poder hablar con el que tienes al lado del ruido que hacían. Pero ni gritando, ¿eh?. No pararon ni en el descanso, y no te puedes ni imaginar el dolor de cabeza con el que llegamos a casa. Fue una falta de respeto y creo que se presentaron algunas quejas ante el Murcia"


miércoles, 21 de octubre de 2009

Aquella Gorra del Efesé

Conforme se va acercando el choque liguero frente al Elche, no puedo evitar acordarme de la primera vez que presencié yo un Elche-Cartagena en el Martínez Valero. Tenía nueve años y ambos equipos, al igual que ahora, militaban en Segunda División.

Fui, literalmente, cogido de la mano de mi padre quien, unos días antes, me había comunicado la jubilosa noticia de que ese fin de semana tocaba ir juntos a ver a nuestro Efesé que, por una venturosa coincidencia del calendario, jugaba cerca de donde, ya entonces, y por motivos que no vienen al caso, teníamos fijada nuestra residencia. Era la tercera vez que me disponía a ir a un campo de fútbol y estuve, como es fácil imaginar, toda la semana nervioso, contando las horas y los minutos que restaban para el choque, deseoso de que llegara el momento de pasear con orgullo mi condición de cartagenero en el exilio erga omnes. Del rival, el Elche, sabía bien poco. Únicamente que algunos amigos de patio de colegio solían pelear entre ellos tratando de dilucidar (a veces a escupitajo limpio) si era mejor que el Hércules y viceversa. Era lo que tenía vivir justo entre dos ciudades, Alicante y Elche, con una rivalidad tan histórica. Naturalmente, cuando yo intervenía en tan acaloradas discusiones alegando que, sin duda, el mejor de todos era el Cartagena se me tomaba a chufla y lo único que conseguía, en el mejor de los casos, era que los que repetían curso e iban de matones, me dieran de cocotazos por mi atrevimiento.

Había llegado el momento, por tanto, de tomarme cumplida venganza de todos aquellos agravios. A buen seguro, el Efesé humillaría al Elche en su propio feudo y yo me granjearía el respeto y la admiración de toda la clase de “Cuarto A”, que no tendría más remedio que rendirse ante la superioridad de la raza cantonal. Así de concienciado acudí yo, como digo, cogido de la mano de mi padre, aquel domingo al Estadio Martínez Valero de Elche; dispuesto a presenciar sobre el césped una terrible batalla en la que, aparte de dos puntos (entonces las victorias no valían más), estaban en juego mi propio orgullo y popularidad en el colegio. O al menos eso me parecía a mí.

Lo primero que me llamó la atención, ya en los aledaños, fue la cantidad de gente que se movía por allí ataviada con los colores del equipo local, en este caso franjiverdes; lo cual, unido a la magnífica estampa que ofrecía aquel estadio, visto desde fuera, he de reconocer que me intimidó un poco. Rápidamente busqué refugio, con la mirada, en un puestecillo ambulante en el que, entre otros artículos, se vendían un montón de bufandas y gorras adornadas con los colores del Elche, y alguna que otra, por allí escondida, con los de mi Cartagena. Automáticamente le tiré de la chaqueta a mi padre y le supliqué al oído que me comprara una de aquellas gorras blanquinegras, con el escudo del Efesé bordado en la visera.

Mi padre torció el gesto. Seguramente no le apasionaba demasiado la idea de ir paseando por ahí con un mocoso de nueve años empeñado en colocarse un gorro del equipo visitante que llamaría la atención de todo el mundo. Así que intentó disuadirme diciéndome que, si me portaba bien, me compraría esa gorra al finalizar el partido. Desgraciadamente para él, a mí me pareció innegociable lo de ver el partido con mi gorra del Efesé bien visible sobre la cabeza y mi padre no tuvo más remedio que claudicar, gastarse doscientas pesetas, y llevar aquello con resignación lo que quedaba de tarde.

Así, padre e hijo, reconocibles nuestras simpatías gracias a mi cabezonería (y a lo que la cubría), entramos al coliseo ilicitano por una de las puertas del fondo norte, tratando de encontrar acomodo lo más lejos posible de “furibundos aficionados locales” que pudieran amargarnos la tarde. Para nuestro desconsuelo toda aquella zona estaba bastante repleta de gente, y tuvimos que sentarnos donde buenamente pudimos. Es decir, rodeados de “furibundos aficionados locales”. Mi padre me alertó de que exhibiendo de esa manera mi gorra corría el riesgo de que algún desaprensivo de aquellos me la robase, así que me aconsejó, en una última intentona por enderezar la tarde, guardarla bajo mi abrigo (olvidé decir que era invierno) si es que quería guardarla como recuerdo y poder decorar mi habitación con ella. Ni con esas me convenció. Así que ahí seguía yo, en pleno fondo norte del Martínez Valero, con mi gorra colocada en mi dura mollera, esperando que comenzara el partido.

Por fin ambos equipos saltaron al campo. Aún recuerdo la emoción que sentí al ver a los jugadores sobre el césped, con la clásica indumentaria blanquinegra (entonces los árbitros no eran tan quisquillosos con la coincidencia de colores), y la sensación de orgullo que me invadió al comprobar que yo era el único representante de los mismos en varios metros a la redonda (al menos hasta donde alcanzaba mi vista). Aquello me parecía un sueño hasta el momento en el que, unas filas más abajo, un hincha local, de los que gustan de llamar la atención profirió la siguiente frase sacándome con ello de mi abstracción: “Cartagena, monte sin leña, mar sin pescao, mujeres putas y niños maleducaos”. Yo no entendía (bendita ingenuidad) qué podía tener aquel hombre contra nuestra tierra cuando, ni tan siquiera, había dado comienzo el partido pero desde ese momento, y viendo las risotadas que su frase había despertado a mi alrededor y las miradas que me dirigía buena parte del resto de aficionados, comencé a sentirme algo incómodo. Es más, llegué incluso a preguntarme si lo de “niños maleducaos” no iría directamente por mí y mi atrevimiento de lucir con tanto descaro una gorra del equipo rival…

Intenté olvidarme del tema y centrarme en el partido que, dicho sea de paso, ya había dado comienzo. Pero me fue imposible. Nuestro equipo, netamente inferior a un Elche favorito y bastante más entonado, no hacía más que animar, con su pobre propuesta futbolística, a este sujeto y sus amigotes a seguir con su retahíla de oprobios hacia nuestros jugadores y la ciudad a la que representaban. Era cuestión de tiempo que ocurriera lo peor y el Elche nos marcara un gol que terminara por hacerme desear no haber ido esa tarde al fútbol; o, al menos, no haberlo hecho con una gorra delatora en el cogote. Finalmente el Elche marcó el primero y ante el estallido de júbilo de todo el mundo que se encontraba a mi alrededor, yo quise que la tierra me tragase. Como aquello no era posible me planteé que, quizás, sería buena idea hacerle caso a mi padre y esconder la dichosa gorra que tanta vergüenza me estaba haciendo pasar.

Así, disimuladamente, y coincidiendo con los sucesivos (hasta tres) goles ilicitanos, mi gorra fue cubriendo la distancia, que a mí me pareció larguísima, existente entre mi cabeza y el interior de mi abrigo, liberándome así de la afrenta que, para mí, suponía darle mi apoyo público y manifiesto a un equipo tan perdedor. Estaba dolido y avergonzado. En aquel momento me pareció intolerable que, después de lo que yo había hecho por el Efesé; esto es, sacar la cara por él en los recreos, llevarle la contraria a mi padre y, finalmente, exponerme a las burlas de la afición del Elche; éste me pagara de manera tan cruel e ingrata. Qué poco sabía yo lo mucho que aún me quedaba por sufrir a mí con aquel equipo….

El sonrojo fue dejando paso a la indignación y quién sabe en qué hubiera acabado aquella batalla interna de no ser por lo que ocurrió a continuación. Resulta que, a punto de acabar ya el partido, con la gente abandonando el graderío para evitar las colas a la salida y demás, se me acercó el mismo señor vocinglero que, minutos antes, no paraba de hacer chistes sobre Cartagena y los cartageneros; el mismo que, de vez en cuando, me dirigía miradas entre divertido y curioso por ver cuál era mi reacción ante sus chanzas y la paliza que nos estaba dando el Elche. Lo ví venir hacia mí, cogerme del hombro y, cuando ya pensaba yo que iba a pedirme la gorra para quemarla delante de mí, culminando así mi humillación aquella tarde, se agachó y me dijo mirándome a los ojos una frase que aún resuena con estruendo en mis oídos: “No hagas caso de las cosas que se dicen en el fútbol. Haz el favor de volver a ponerte la gorra que has escondido dentro de tu abrigo y no avergonzarte de tu equipo aunque pierda”. Ruborizado, abrí mi abrigo y, delante de él y de mi padre, que le dedicó una mirada cómplice, me volví a colocar la gorra sobre la cabeza, momento en el que este buen hombre dio por concluida la conversación exclamando: “Así me gusta”. La llevé puesta hasta mi casa, donde mi padre y yo le contamos lo sucedido a mi madre, más preocupada por que hiciera los deberes y me acostara temprano que de cualquier otra cosa relacionada con el fútbol y el dichoso Cartagena.

Al día siguiente volví al colegio y, naturalmente, tuve que soportar las burlas de los demás niños que se reían de mí y de mi equipo “de pacotilla” al que “el Elche le había metido una paná”. Pero a mí ya me daba igual. La tarde anterior había aprendido yo mi primera gran lección con el Efesé. La de que, con independencia de los resultados, la categoría en la que militara, o lo que dijeran los demás, aquél iba a ser mi equipo para toda la vida; del que siempre me sentiría orgulloso.

El próximo domingo en el Martínez Valero volveré a ver a mi Efesé (para mí es el mismo que el de aquel entonces) en Segunda A enfrentarse, veintidós años después, al Elche. Quizás me compre una gorra a la entrada y me la ponga en la cabeza. Quién sabe si, escondido entre el gentío, no habrá un señor, algo más mayor que entonces, que la vea y se acuerde del imberbe cartagenero de 9 años al que una vez tuvo que explicar en qué consistía esto de ser aficionado de verdad. Ojalá.

martes, 20 de octubre de 2009

Bien Paco Gómez

Al César lo que es del César. Hoy podemos leer una extensa entrevista con Paco Gómez realizada por los amigos de Sportcartagena en la que el Presidente del FC Cartagena se muestra algo más parecido a lo que esperamos algunos. Enhorabuena porque lo que queremos quienes lo criticamos de vez en cuando no es, al contrario de lo que pudiera pensarse, a otro Presidente, sino a este mismo pero comportándose como requiere su cargo y, sobre todo, respetando a la afición y la propia institución que preside. También es verdad que una entrevista transcrita no es lo mismo que en directo pero, conociendo a los profesionales que han realizado la misma, el riesgo de haberle lavado la cara a las palabras de PG es inexistente.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Cartagena en los medios

Después de escuchar al Presidente del Cartagena asegurar en la cadena ser que lesionar a Cristiano Ronaldo con magia negra es "mu fásil" (gracias a Joseba Larrañaga por no apretarle demasiado), sólo me quedaba escuchar hoy a Carola Herrero (minuto 7,30) en Esradio.fm hablando sobre los cartageneros en Marbella.

En fín, procuraré tomármelo con calma y no "coger disgusto". A ver si algún día salimos en medios nacionales por algo positivo. No sé, como que le den el Nobel a algún cartagenero. Aunque pensándolo bien, y viendo a quien se lo dan últimamente...


martes, 13 de octubre de 2009

Aló Presidente

Cada vez que nuestro presidente abre la bocaza, no importa la de sandeces que diga, hay una tribu de palmeros bastante ruidosa entre la afisión que no duda en postrarse de hinojos ante sus palabras y lanzar una serie de vítores a su favor que suelen cristalizar en frases tan “eruditas” como “Olé los cojones del tío Paco” o esa otra, tan manida, de “El Presi es un crack”. El analfabetismo funcional de estos sujetos les impide darse cuenta de que a ojos de cualquiera que haya desprecintado su materia gris, Paco Gómez parece un paleto prepotente que arrastra el nombre de Cartagena cada vez que le acercan un micrófono convirtiéndonos en el hazmerreir de la división de plata.

Desconozco qué ve la gente en estos personajes que, al más puro estilo Belén Esteban, seducen a buena parte de su audiencia exhibiendo sin complejos sus carencias intelectuales y de corrección, convertidas en virtudes por el vulgo más irracional. Da igual que hayan llegado a la fama a través de un oportuno braguetazo o pelotazo urbanístico; únicamente deben decir lo primero que se les pase por la mollera (y expresarlo, a ser posible, con cierta dosis de ordinariez) para erigirse en representantes del pueblo tan legítimos, o más, que alguien que haya estudiado varios doctorados y se haya abierto camino en la vida a base de esfuerzo y sacrificio.

Pero, volviendo a lo nuestro, en el caso de Paco Gómez a mí lo que me molesta no es lo que diga o deje de decir. Conozco al personaje y soy consciente de que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Lo que realmente me provoca arcadas es la sumisión y servilismo con el que buena parte de la afición, incapaz de diferenciar unas cosas y otras, aplaude sus salidas de tono sin darse cuenta del ridículo tan espantoso al que en ocasiones, y como representante nuestro, nos condena a todos. “Lo que diga Paco Gómez” (Peña Paco Gómez dixit).

Da igual que PG diga que vamos a ascender y que los futbolistas vienen a Cartagena porque él es un tipo genial; lo que, dicho por cualquier otro presidente, sería considerado un acto de soberbia pasa a convertirse, en PG, en “sana ambición”. Da igual que diga que los jugadores son unos mercenarios o que, de no recibir ayudas, se llevará al equipo a otra ciudad; su falta de respeto hacia los cartageneros es interpretada como un indudable “ejercicio de honestidad”. Da igual que le pegue cuarenta patadas al diccionario en cada frase que pronuncia; su analfabetismo pasa a considerarse “cercana campechanía”. Da igual que el club no se pronuncie, por ejemplo, en el tema de Mobel y la duplicidad en las camisetas, o que no se convoque a Radio Marca a una rueda de prensa; la culpa, seguramente, será de alguna jefa de prensa, un político, o algún gerente despistado, pero nunca del presidente. Da igual que PG mienta descaradamente y diga en el programa de deportes con más audiencia en nuestro país que compró el equipo hace seis años cuando, en realidad, él no es dueño de nada (al menos de momento); ¿A quién le importan esos detalles?

Sé que esto que digo es muy impopular, sobre todo en unas circunstancias en las que, gracias al empeño de PG, estamos disfrutando del mejor momento de nuestra historia. Seguramente yo le esté más agradecido por todo lo que ha hecho que la mayoría de los que le bailan el agua. Pero lo cortés no quita lo valiente. Ya he dicho que no es el comportamiento de PG lo que me asquea, sino el de esos aficionados genuflexos e incapacitados para entender que el presidente del Cartagena no puede comportarse como un hincha más e ir diciendo por ahí lo primero que se le antoje; que debe mantener cierta compostura y decoro por respeto al club y la ciudad que representa o, simplemente, callarse.

Esta falta de espíritu crítico hacia Paco Gómez, a la larga, sólo puede hacernos daño. Una afición que, como la cartagenera, aspira a convertirse en entendida y pasar muchos años en el fútbol profesional, no puede estar dispuesta a cargar contra todo lo que se mueva para defender a su Efesé (jugadores, prensa, políticos…) y, sin embargo, mantener en una urna de cristal la figura de su presidente por mucho que le debamos todos. A él también hay que exigirle y cuando se equivoca, decirlo: no pasarle la mano por el lomo.


domingo, 11 de octubre de 2009

Obsceno

No se me ocurre otro calificativo para definir lo que he visto hoy por la pequeña pantalla. La forma de jugar de este Cartagena ha dejado boquiabiertos a todos los presentes en el coqueto local de El Altet donde he presenciado la victoria de nuestro Efesé. Como ya dije hace unos días, le tenía miedo a este partido tras tantos días de concentración pero hete aquí que el Efesé, con su excepcional juego, me ha cerrado la bocaza. Y yo que me alegro.

Ahora toca paladear la victoria y mañana mismo empezar a contar los días que faltan para el sábado. Cuánto tiempo sin tener esta sensación... Pero atención, sigamos con lo de la prudencia. Mirando la clasificación, tampoco hemos hecho nada del otro mundo. Cierto es, también lo dije, que es el juego que despliega el equipo lo que invita a soñar (y no la posición que ocupa en la tabla), pero esta Segunda División es muy difícil y la temporada muy larga.

Una cosa tengo clara. El que quiera ganarnos va a tener que sufrir de lo lindo; el carro de tarjetas que le cae a cada rival contra el que jugamos no es casualidad, sencillamente los desquiciamos. A ver si somos capaces, de una puñetera vez, de llenar el estadio o, al menos, quedarnos cerca. Este equipo se lo merece.

Amplio Resumen Canal+ (primera parte)

Amplio Resumen Canal+ (segunda parte)


jueves, 8 de octubre de 2009

Fiasco copero

En mi opinión el cuerpo técnico del FC Cartagena ha planificado mal este viaje. Una semana lejos de casa para unos futbolistas a los que las concentraciones, tradicionalmente, les causan urticaria no me parece la mejor forma de afrontar el doble enfrentamiento con Salamanca y Cádiz. Jugándose en Cádiz el domingo a las 21 horas yo hubiera sido más partidario de volver a casa el mismo miércoles por la noche, con el descanso mental que ello supone para el jugador, y viajar a Cádiz el viernes o el sábado.

No se hizo así y, bajo mi punto de vista, los jugadores que ayer dispuso Juan Ignacio sobre el césped del Helmántico, jugaron condicionados por dos factores: primero el ya comentado, de que pasase lo que pasase, aún tardarían cinco días en volver a casa con sus familias; el segundo, el de saberse definitivamente suplentes. Y es que ser titular ayer suponía la confirmación de que se es suplente el resto del año. Y esto, según la persona, puede ser un estímulo (que seguramente es lo que se pretendía) o todo lo contrario. Si se pierde, como ha sido el caso, recuperar anímicamente a estos jugadores a los que, indirectamente, les has mandado el mensaje de que ocupan un rol secundario en el equipo, es aún más complicado.

Alguien dirá que la fórmula dió resultado en el partido contra el Elche. Sí, pero después del partido no esperaban cinco días de concentración. Además, cabe recordar que a 10 minutos del final íbamos 0-2 y, lo más importante, contábamos con el aliento del graderío que al fin y a la postre, reconocido por el propio JIM, fue quien certificó el pase a la siguiente ronda. Anoche, en el frío Helmántico, cualquier parecido con aquel partido era mera coincidencia.

Sólo cabe esperar que el domingo frente al Cádiz los teóricamente titulares, tras cinco días de viajes y hoteles, estén al cien por cien y jueguen como saben hacerlo. Eso con independencia de cuál sea el resultado. De las derrotas también se pueden extraer conclusiones y de la del pasado miércoles se puede sacar más de una.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Carta Abierta sobre el asunto de las camisetas

D. JUAN ANTONIO AZNAR FERNANDEZ, abonado nº 122 del FC Cartagena.

EXPONE

1. Que el pasado 29 de septiembre solicitó a Republic Merchandising presupuesto para la adquisición de la camiseta oficial del FC Cartagena, de la cual esta empresa es distribuidora oficial. La camiseta en cuestión es de la marca Mobel Sport SL.

2. Que tras conocer que el precio ascendía a la cantidad de 59 Euros , incluyendo la personalización (número y nombre) para dejarla tal cual la llevan los jugadores, realizó transferencia por este importe a la cuenta bancaria de Republic Merchandising el pasado 30 de septiembre.

3. Que el pasado 2 de octubre recogió en las oficinas de Republic Merchandising el producto encargado y le sorprendió el hecho de que el tejido y el etiquetado fueran distintos al de otras camisetas de la misma marca.

4. Que pese a no estar del todo satisfecho con la calidad final de la prenda, no procedió a devolverla en ese mismo momento pensando que era la misma que lucían los jugadores, y el único modelo comercializado teniendo en cuenta su categoría de Oficial.

5. Que al día siguiente a la adquisición de la prenda, 4 de octubre, surgió en varios medios la noticia de que había dos versiones de camiseta puestas a la venta en los distintos distribuidores oficiales con diferente calidad en el tejido y sutiles diferencias en los detalles.

6. Que ha tenido la oportunidad de comprobar físicamente que, en efecto, existe otro modelo de camiseta puesto a la venta que sí cumple con los estándares de calidad que el interesado espera como consumidor final de este tipo de productos.

7. Que puesto en contacto con Republic Merchandising, contándoles lo sucedido, le aseguran que, como distribuidores autorizados, al igual que todos los demás (El Corte Inglés, Collados, etc.) se han limitado a poner a la venta el producto que les ha mandado la propia casa Mobel Sport SL.


SOSPECHA

1. Que Mobel Sport SL realizó una tirada inicial de camisetas para satisfacer la demanda existente en Agosto.

2. Que sorprendidos por la gran acogida del producto (motivado en buena parte por la impredecible buena marcha del equipo), y viendo que la fabricación de las prendas podría ser una constante durante todo el año, decidió cambiar el proceso de producción, sin advertir a los consumidores, por uno más flexible y que le permitiera servir más rápido.

3. Que a consecuencia de ese cambio en el proceso de producción, las nuevas camisetas presentan diferencias con las de la primera tirada que, a juicio del interesado, son muy favorables a las primeras pese a lo cual, se han comercializado al mismo precio.

4. Que los distribuidores oficiales, como expertos en el ramo, tenían conocimiento de este cambio pero tampoco han informado de ello al consumidor final.


ENTIENDE

1. Que sus derechos como consumidor han sido vulnerados al no habérsele informado oportunamente, ni por la marca ni por el distribuidor, de que había dos modelos distintos de camiseta puestos a la venta.

2. Que Mobel Sport SL no ha actuado de manera honesta, no reconociendo la existencia de dos modelos en el mercado hasta que la noticia ha saltado a los medios de comunicación.

3. Que le parece bochornoso que el club del que es abonado, el FC Cartagena, haya declinado dar explicaciones sobre el particular y se haya desentendido del asunto despreciando, con su silencio, el cariño que le tienen a la entidad los muchos aficionados que han adquirido (con no pocos sacrificios en muchos casos) la camiseta oficial del equipo.


SOLICITA


1. A Republic Merchandising, pese al buen trato recibido y la rapidez del servicio, la devolución de los 59 Euros abonados en su día por un producto oficial del que, ahora resulta, hay más de una versión comercializada; o en su defecto, la sustitución de la prenda por otra perteneciente a la primera tirada.

2. A Mobel Sport SL, la petición de disculpas públicas a toda la afición del FC Cartagena por lo que, sin duda, supone un claro insulto a su inteligencia, así como la sustitución/devolución de las prendas a todos aquellos afectados, incluyendo a los distribuidores, que reclamen ese derecho.

3. Al FC Cartagena, la petición de disculpas públicas por no haber defendido a sus aficionados; un pronunciamiento oficial respaldándolos en todo este desagradable asunto y, por último; que, en el futuro, procure estar algo más a la altura de las circunstancias dada su condición de Club militante en categoría profesional.

domingo, 4 de octubre de 2009

El lío de las camisetas "falsas"

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Me he quedado atónito al entrar en www.gacetacartagonova.com y leer el artículo de K-PA en el que pone de relieve las diferencias existentes entre los modelos de camiseta "oficial" del FC Cartagena comercializados en la ciudad. Al parecer, en las últimas semanas, los distribuidores han recibido, de la propia Mobel, un modelo de camiseta muy inferior en calidad al originalmente distribuido, pero que habría pasado a comercializarse al mismo precio que el anterior. Esto es, a la abusiva cantidad de 55 euros. Por lo tanto, lo primero que hay que aclarar es que no estaríamos hablando de camisetas falsas sino de camisetas oficiales, pero con un coste de producción más bajo, que se deja notar en la calidad del tejido y el acabado final.

Ante la falta de información de Mobel y del propio club, el suceso ha dado lugar a especulaciones de todo tipo entre los muchos compradores de camisetas que, ante la posibilidad de haber sido estafados, se preguntan si no estaremos, incluso, ante una maniobra desleal por parte de alguna de las partes (fabricante, club o distribuidores) con la intención de llenarse los bolsillos a costa de los impenitentes aficionados.

En principio, y teniendo en cuenta que, según testimonio de varios compradores, las camisetas "malas" han aparecido tanto en Republic como en El Corte Inglés, lo racional es pensar que no existe responsabilidad alguna por parte de los distribuidores que, por lo que parece, se habrían limitado a comercializar los modelos que le ha mandado Mobel. Al igual que el cliente final, los habría pagado al mismo precio que el modelo bueno y su margen de beneficio sería el mismo. En este caso las miradas deberían dirigirse a Mobel y al propio club que estarían tardando en explicar qué es lo que ha sucedido. Sin embargo, ahora mismo, no se puede descartar nada, incluso que los propios distribuidores hayan entrado en el ajo poniendo a la venta, a sabiendas, una camiseta inferior en calidad por la que habrían pagado menos, pero que habrían comercializado al precio oficial, aumentando con ello sus beneficios por cada unidad.

A todo este lío hay que añadir el desastre que está suponiendo la aplicación de descuentos a peñistas. Según el distribuidor que elijas, puedes beneficiarte de este descuento, o no, lo cual, obviamente, es un agravio comparativo flagrante y supone una ventaja competitiva importante para aquél que tiene el beneplácito del club para aplicarlos.

En mi caso, adquirí una camiseta "mala" en Republic (donde por otro lado, el trato fue exquisito). Este distribuidor tiene prohibida la aplicación de descuentos a peñistas lo que quiere decir que al final he acabado pagando 55 Euros por una camiseta "mala" cuando podría haber pagado 42 Euros por una buena. La situación es surrealista y mi cabreo, como el de mucha gente, monumental.

Procede, por tanto:

-Organización por parte de los consumidores para protestar de forma conjunta y solicitar la devolución del importe pagado por la camiseta.
-Una labor de investigación por parte de la prensa local que aclare lo sucedido.
-Una explicación oficial por parte de Mobel, el Club y los distribuidores.


Desde aquí, felicitar a K-PA por su labor de divulgación y denuncia de lo sucedido. Seguiré muy de cerca este asunto.

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