El Cartagena volvió a perder y dejó un poso de amargura en una hinchada que hoy se rompe la cabeza, o no tanto, buscando las causas por las cuales el Efesé ha dejado de ser el Efesé. Los que son incapaces de hacer autocrítica hablan del árbitro como principal responsable de la debacle. Algunos van más allá y se atreven a afirmar, sin rubor, que el arbitraje del domingo forma parte de una estrategia más ambiciosa, urdida desde la federación, cual sería la de evitar a toda costa los triunfos del equipo albinegro para allanar el camino de clubes más importantes o, al menos, con más solera que el nuestro, hacia la primera división. En esa misma línea, conspirativa, se pronuncia otro sector de la afisión para el que no cabe duda que desde la capital del Segura, donde su odio hacia Cartagena, dicen, es ancestral, se está intentando desestabilizar al Efesé, e impedir que el año que viene milite en categoría superior a la del Real Murcia.
Debe ser que yo soy menos imaginativo pero, bajo mi punto de vista, lo que le pasó al equipo este último partido es que no jugó, permítaseme la expresión, un pimiento y que el Elche nos superó en todas las facetas del juego, y las que no son del juego. Pienso que gran parte de los problemas que está teniendo el Cartagena últimamente tienen que ver con su escasa capacidad para saber leer los partidos y reaccionar sobre la marcha ante los muchos imponderables que suelen producirse durante los 90 minutos que dura un encuentro.
Ayer, a los 10 minutos de la primera mitad, ya se veía de qué iba la historia. Se vio, por ejemplo, a un rival que salió a tumba abierta a presionar nuestra salida de balón; a una pareja de centrales insegura y lenta, para la que cualquier pase en profundidad era un auténtico drama; una gran distancia entre líneas; un arbitraje que permitía bastante juego sucio y un Elche dispuesto a aprovecharlo.
El Cartagena fue incapaz de adaptarse al medio. En su lugar, prefirió estrellarse una y otra vez contra el mismo muro; intentando sacar el balón de la misma manera, blando atrás y protestándole todo al juez de la contienda. Yo ya no digo que hubiera que cambiar a Txiki al centro de la defensa y sacar a Expósito al lateral derecho para ganar en velocidad por el centro y frenar a Molina. Ni que hubiese sido conveniente juntar las líneas y arropar a los centrales, olvidándonos un poco del ataque, habida cuenta de la que nos estaba cayendo. Ni siquiera que, tal vez, el Cartagena debiera aprender, en determinados momentos, a jugar ese otro fútbol en el que Acciari es un maestro. Honestamente, no sé cuál era la solución. Lo que sí sé es que somos unas madres, cada vez más predecibles, y viene siendo una constante a lo largo de la temporada la falta de reflejos de JIM para improvisar cuando la cosa no sigue el guión preestablecido. El Cartagena sólo tiene plan A y, por desgracia, todos los partidos no se desarrollan del mismo modo.
El momento crucial de la temporada se acerca y da la sensación de que puede suceder cualquier cosa. Pienso que debemos dejarnos de buscar enemigos externos y tratar de corregir aquello que hacemos mal y tenemos capacidad de mejorar. Lo conseguirá el equipo (y la afición) que menos nerviosos se pongan por un resultado adverso o cuestiones extradeportivas; no va a subir quien menos presión tenga (a estas alturas todos tenemos la misma) sino el que mejor sepa gestionarla. Sigamos confiando en el Efesé.