Septiembre de 1995
Hoy ha sido un día difícil para mí, pese a lo cual no sé bien si calificarlo de triste o de venturoso. Por un lado es triste porque es la primera vez que pudiendo ir a ver a mi Efesé decido serle infiel y acudir a darle mi apoyo a otro equipo. Por otro lado podría ser venturoso porque si, finalmente, ese otro equipo, de nombre Cartagonova FC, llegase algún día, como presiento, a ser el primer equipo de la ciudad, yo podré decir, orgullosamente, que fui uno de los setenta espectadores que asistió a su primer partido en casa (y su primera derrota) en el vetusto campo de Los Juncos.
Sé que por ello tengo bien merecido el calificativo de “chaquetero” y que de nada servirá referir, en mi defensa, los muchos sinsabores que, a pesar de mi juventud, he vivido ya al lado del viejo Efesé; sé que me esforzaría en vano tratando de razonar aquí lo irrespirable que se ha vuelto para mí la atmosfera del Cartagonova y lo doloroso que es ver marchitarse, poco a poco, algo que quiero tanto; y sé, en definitiva, que la necesidad de inhalar aire fresco y ver a un equipo de fútbol defender el nombre de la ciudad sin temor a que ése sea su último partido, aunque sea en Regional Preferente, no justifica la felonía que, para mucha gente, habré cometido.
Ojalá lo del Efesé tenga solución. Ojalá esta sociedad cartagenera, mil veces inmovilista, imitara a la de otras ciudades y tuviera agallas suficientes para luchar y mantener con vida uno de sus emblemas. Gustosamente reconocería entonces haberme equivocado, dando por bien empleado el actual destierro por impago a tercera, así como las muchas noches de insomnio que, cada 30 de julio, y con motivo de la conclusión del plazo para abonar las cantidades pendientes con AFE, he pasado pendiente del transistor y de que llegara un aval o pagaré de última hora que evitara lo que, desgraciadamente, este año ha resultado inevitable.
Mas mucho me temo que no será así. Mucho me temo que los cartageneros, como siempre, encontraremos la coartada perfecta para no mover un sólo dedo y, en consecuencia, el descenso federativo a tercera del Efesé, no sea más que el preludio de una muerte más que anunciada. Entonces se echará la culpa de todo a las instituciones, al socorrido centralismo murciano y, por supuesto, al nuevo club que acaba de nacer, al que no se tardará en acusar de usurpar el lugar del Efesé, y haberle asestado la última puñalada. Todo con tal de no mirarnos al espejo nosotros mismos.
Dentro de quince días volveré al Cartagonova a darle mi aliento al Efesé porque mientras hay vida hay esperanza y yo no soy de los que se rinden fácilmente. Sin embargo, no sé por qué, tengo la sensación de que mi visita de hoy al campo de Los Juncos es algo más que un romance furtivo y pasajero. Tal vez haya asistido, sin saberlo, al nacimiento de algo importante. Tal vez éste sea el Efesé del futuro...
Sé que por ello tengo bien merecido el calificativo de “chaquetero” y que de nada servirá referir, en mi defensa, los muchos sinsabores que, a pesar de mi juventud, he vivido ya al lado del viejo Efesé; sé que me esforzaría en vano tratando de razonar aquí lo irrespirable que se ha vuelto para mí la atmosfera del Cartagonova y lo doloroso que es ver marchitarse, poco a poco, algo que quiero tanto; y sé, en definitiva, que la necesidad de inhalar aire fresco y ver a un equipo de fútbol defender el nombre de la ciudad sin temor a que ése sea su último partido, aunque sea en Regional Preferente, no justifica la felonía que, para mucha gente, habré cometido.
Ojalá lo del Efesé tenga solución. Ojalá esta sociedad cartagenera, mil veces inmovilista, imitara a la de otras ciudades y tuviera agallas suficientes para luchar y mantener con vida uno de sus emblemas. Gustosamente reconocería entonces haberme equivocado, dando por bien empleado el actual destierro por impago a tercera, así como las muchas noches de insomnio que, cada 30 de julio, y con motivo de la conclusión del plazo para abonar las cantidades pendientes con AFE, he pasado pendiente del transistor y de que llegara un aval o pagaré de última hora que evitara lo que, desgraciadamente, este año ha resultado inevitable.
Mas mucho me temo que no será así. Mucho me temo que los cartageneros, como siempre, encontraremos la coartada perfecta para no mover un sólo dedo y, en consecuencia, el descenso federativo a tercera del Efesé, no sea más que el preludio de una muerte más que anunciada. Entonces se echará la culpa de todo a las instituciones, al socorrido centralismo murciano y, por supuesto, al nuevo club que acaba de nacer, al que no se tardará en acusar de usurpar el lugar del Efesé, y haberle asestado la última puñalada. Todo con tal de no mirarnos al espejo nosotros mismos.
Dentro de quince días volveré al Cartagonova a darle mi aliento al Efesé porque mientras hay vida hay esperanza y yo no soy de los que se rinden fácilmente. Sin embargo, no sé por qué, tengo la sensación de que mi visita de hoy al campo de Los Juncos es algo más que un romance furtivo y pasajero. Tal vez haya asistido, sin saberlo, al nacimiento de algo importante. Tal vez éste sea el Efesé del futuro...