sábado, 13 de octubre de 2007

El principio del fin

Los acontecimientos que están teniendo lugar en la casa blanquinegra son un auténtico dislate que sólo puede sorprender, eso sí, a los más ingenuos y candorosos seguidores del FC Cartagena. Esto, efectivamente, se veía venir. El cese de Arango y Alcaraz, los insultos de la grada a jugadores y entrenador, las enésimas declaraciones del Presidente arremetiendo contra los futbolistas o el malestar evidente en el vestuario (todo ello cuando aún estamos en octubre) escenifican la decadencia de la era Gómez y conforman un tétrico cuadro del que no son sino sus más recientes pinceladas; un cuadro que unos pocos anticipamos en su momento y que, para nuestra desgracia, aún no está, ni mucho menos, terminado. Esto sólo es el principio.

Tal y como predije, este año asistiremos a una debacle total y absoluta; el desmoronamiento a golpe de esperpento, de un proyecto (el quinto año de Gómez) que jamás debió existir; el engendro de un excéntrico y supersticioso personaje de provincias, eternamente receloso de Cartagena y sus gentes (sobre todo desde el momento en el que se tuvo por engañado) que se aferra al Efesé, entre sus muchas ocupaciones, con la esperanza de sacarle un rédito que no parece llegar nunca. Su total desprecio hacia el resto de los mortales (normalmente los que tienen menos dinero que él) es evidente. No conviene pasar por alto, sin embargo, que el demostrado hacia los aficionados del Cartagena, ha contado con la tábula rasa de estos últimos, con su ceguera y, en última instancia, con su inmadurez.

Esto último es lo realmente grave. Al fin y al cabo, tener por Presidente a un déspota que pisotea los símbolos y se salta a la torera las más elementales normas de decoro y respeto hacia los demás es algo que le puede pasar a cualquiera (veáse la afición del Alavés con Piterman); pero ser tan estúpido como para no darse cuenta de ello (o tan ruin como para pasarlo por alto) se me antoja algo especialmente indigno e indecoroso en cualquier afición con un mínimo de autoestima. Esa actitud resignada y apocada "él es así y no se le puede cambiar" (pero, sobre todo, errónea y extraviada), es de la que hoy por hoy está impregnado todo el entorno blanquinegro. De ahí que en las últimas horas estemos asistiendo a una auténtica ceremonia del disparate en la que Presidente, Peñas de aficionados, prensa o trabajadores del club protagonizan una serie de bochornosos comportamientos que dan buena medida del océano de mediocridad, vulgaridad y caos en el que, a día de hoy, nada todo lo relacionado con el FC Cartagena.

Evitaré la tentación de referirme aquí (por reiterativas y carentes de interés) a las charlotadas del Presidente amenazando públicamente a los jugadores con suspensiones de sueldo y sesiones dobles de entrenamiento; ni a sus imprudentes manifestaciones (contribuyendo a caldear el ambiente de cara a los partidos de casa) acusándolos de pensar más en las salidas nocturnas que en los partidos. Tampoco hablaré de las esperpénticas guerras internas, comentadas hasta la saciedad, que han originado la creación de bandos en el Club y han tenido como consecuencia el despido de algunos de sus empleados. Obviaré las evidentes filtraciones a la prensa que tienen lugar desde el seno del Club, el maniqueísmo de esta última, la fea costumbre que tiene el entrenador de volcar sobre los jugadores la responsabilidad de las derrotas, y mil cosas más que, como digo, me servirían para ilustrar a la perfección qué quiero decir cuando digo que nadamos en un océano de mediocridad. La suerte -aunque resulte paradójico- es que el Cartagena milita en segunda división b y a este circo sólo asistimos los cuatro de siempre, pero el día que el Efesé ascienda y todo esto se repita en categoría profesional el ridículo y las ganas de que nos trague la tierra a todos pueden ser monumentales.

No pasaré por alto, sin embargo, porque es lo que me interesa en este artículo y lo que quiero denunciar, el comportamiento de la afición que, con su pobre y errática reacción ante semejante cúmulo de despropósitos, está evidenciando una total falta de criterio, a la par que demostrando que también tiene (tenemos) mucha culpa de todo lo que está sucediendo y de lo que aún está por llegar.

Hablo, por ejemplo, de las declaraciones (deplorables a mi parecer) de muchos aficionados (no de todas las peñas como da a entender el desafortunado encabezado del diario La Verdad) que todavía ponen el grito en el cielo y se rasgan las vestiduras cada vez que se mienta la posibilidad de que Paco Gómez se vaya de Cartagena. O de los que rebajan a rango de travesura sus graves salidas de tono, les encuentran justificación "El presidente no se siente apoyado en Cartagena, y por eso reacciona así" y le restan importancia a que se lleve por delante símbolos como la histórica camiseta rayada. Aficionados cuyos intestinos se remueven ante la posibilidad de quedarse sin su pasatiempo preferido los domingos por la tarde "Si Paco Gómez se va, ¿quién se hará cargo del Club?" y que prefieren la sodomización sistemática a dirigirse con la dignidad necesaria para ser una afición grande algún día. Algunos están tan indocumentados que dan por buenas, sin rubor, mentiras como que "El Club es de Paco Gómez" o que "Gracias a Paco Gómez el Club está saneado" e incluso, en el colmo de la osadía y la ignorancia, se atreven a llamarnos locos a todos los demás "Paco Gómez no debe de irse nunca de Cartagena y que alguien pida que se vaya es una locura".

Claro que, puestos a ser honestos, no sé qué me causa más estupor; si la defensa enconada, irracional y servilista de aquellos que le hacen la rosca al Presidente "Erga omnes" o el ataque directo e interesado de los que (ahora sí) con pasmosa celeridad, se han subido al carro de la crítica. Me refiero a las recientes afirmaciones de Ricardo Ciudad abogando por la marcha de Paco Gómez justo días después del cese de Pedro Arango. Paco Gómez debe marcharse, sí. Y quien me lea sabe que vengo advirtiendo del error que comete la afición no enseñándole los dientes al constructor de Jacarilla desde hace mucho tiempo. Pero debe irse por culpa de su total incapacidad para dirigir el club, por haber generado una deuda de 4 millones de euros (que el club le debe a él) en tan sólo 4 temporadas, por haber faltado al respeto cuando le ha venido en gana a todos los cartageneros, y por ser un perfecto y tiránico inútil incapaz de representarnos con dignidad en predio alguno. Por eso, Señor Ciudad, es por lo que Paco Gómez debe marcharse, y no por haber cesado a un buen amigo suyo. Y por eso es por lo que la peña "La Botica", si realmente consideraba perjudicial para el Club la estancia de Paco Gómez en él, debió denunciar su mala gestión y proponer su salida mucho antes del miércoles pasado, y no al hilo del despido de uno de sus muy queridos veteranos.

De todas formas, habrá que ir acostumbrándose porque me da la sensación de que a este carro de la oposición a Paco Gómez, que hasta ahora conducía este blog y nadie más (exceptuando a resentidos extrabajadores del Club...), se va a terminar subiendo todo Cristo. Y si no al tiempo. ¿Cuándo ocurrirá eso? Pronto. Seguramente cuando toda esa gente, que hoy se baja los pantalones en prensa y en otros sitios a mayor gloria del falo de Paco Gómez, comprenda que, hagan lo que hagan, los días de "el Paloma" en Cartagena están contados, y que si ha accedido a alargar la agonía un año más, ha sido como consecuencia de una decisión política que interesaba a muchas partes.

Que nadie se llame a engaño. Paco Gómez está en Cartagena por lo que está y si bien es cierto que hay que agradecerle que en su momento aterrizara en el Cartagonova (incluso, que en alguno de los ejercicios pasados se ilusionara -a su manera- con el ascenso) no lo es menos que este quinto año ha sido forzado por las circunstancias. De ahí que la política presupuestaria no haya podido ser más austera y se haya delegado en Alcoy y Buitrago (hombres de la casa) para conducir la nave. Por ese mismo motivo no ha habido fichajes de relumbrón (ni los habrá en diciembre, siento decepcionar) y se han aligerado nóminas con los despidos de los últimos meses.

Así las cosas, y viendo la situación actual, habremos de hacernos a la idea de que Paco Gómez está en retirada y de que esta será, en el mejor de los casos, una temporada de transición (no sabemos hacia dónde) que, salvo milagro, pondrá fin a una etapa de cinco años que nunca debió alargarse tanto. Una temporada en la que se sucederán las declaraciones desafortunadas, las gradas presentarán un aspecto cada vez más vacío, y seguiremos asistiendo a algo mucho más parecido al circo que a un Club de Fútbol medio normal.

Me gustará ver entonces la reacción de esos aficionados que hoy defienden a Paco Gómez a capa y espada. ¿Seguirán "dorándole la píldora" una vez se den cuenta de que nada de lo que hagan cambiará el hecho de que nos vaya a dejar tirados, o acaso tendrán un espontáneo (y tardío) ataque de dignidad? ¿Seguirán consintiendo que se les falte al respeto, se les llame mercenarios y se les diga que su ciudad es una mierda o se volverán de repentelos más feroces detractores de PG? En fin, también será interesante ver la reacción de la prensa cuando Gómez les toque las narices -que todo se andará- o ya no tengan necesidad de llevarse bien con él. Probablemente aprovecharán para despellejarlo vivo y se erigiran en adalides de la dignidad.

Entonces todo el mundo verá en Paco Gómez a un villano de la peor calaña (algo que, bajo mi punto de vista, tampoco es cierto) y los que honestamente hemos criticado de frente y sin miedo su gestión con la sana intención de cambiar las cosas (y no por odios personales), nos sentiremos como Charles de Gaulle cuando (en referencia a la poca ayuda que el pueblo francés prestó a la Resistencia para frenar la invasión nazi durante la II Guerra Mundial) afirmó aquello de "Al principio no había nadie que estuviera con nosotros pero al final no había nadie que no hubiera estado con nosotros desde el principio".

¿Y qué va a pasar con el Club? Yo no estoy excesivamente alarmado. Me preocupa muchísimo más hacia dónde vamos como afición que la categoría en la que militaremos el año venidero. Lo peor que puede suceder es que desaparezcamos y eso lo hemos vivido ya con anterioridad. Puede que sea una purga necesaria; no lo sé. Además, en lo personal, tendré la conciencia tranquila. Siempre he defendido aquello en lo que he creído y he tratado de servir de la mejor manera posible al Club (ojo, al Club, no a las personas que viven de él). Pero es que, además, y pese al panorama tan negro que dibujo, estoy convencido de que todavía hay esperanza para este Cartagena y de que las cosas pueden salirle bien aún a pesar de que no nos merezcamos que así sea. Unicamente han de darse las circunstancias adecuadas. Pero de eso hablaré en otro momento.






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