Me disculparán mis amigos de Alcoy pero es que llevo tanto tiempo leyendo sobre la hombrada del CD Alcoyano esta temporada, su escasez de medios, el ambiente infernal que nos espera en El Collao y su legendaria moral que, honestamente, ya me duele la cabeza. No hay juntaletras alicantino que, a la hora de escribir sobre el partido contra el Cartagena, no caiga en los tópicos de siempre y convierta su análisis en una oda al club blanquiazul en la que se hace apología de valores como la humildad, el esfuerzo y el cariño por los colores; un canto a la vida con el que se pretende convencer al predispuesto lector de que, si existiera Justicia Divina, ésta premiaría con el ascenso la sencillez del Alcoyano y su abnegada hinchada.
Las frases hechas son recurrentes y se suele hablar de un enfrentamiento de proporciones bíblicas en el que, naturalmente, y para que la fábula tenga el efecto deseado, el Cartagena hace las veces de Goliath; un enemigo prepotente y desapasionado cuya clasificación como líder del Grupo II, prácticamente no tiene mérito porque está sustentada en el vil metal, antes que en el esfuerzo de sus futbolistas o el apoyo de sus aficionados. El ascenso del Cartagena, por tanto, supondría el triunfo de lo inevitable; del poderoso frente al débil, y nos dejaría a todos sin motivos para creer en los cuentos de hadas. El ascenso del Alcoyano, por el contrario, significaría la victoria de la fe y del sacrificio; sería lo que desearía un observador imparcial y vendría a constatar la grandeza de un deporte como el balompié…
Y digo yo que… unos cojones. Que se vayan a jugar al victimismo barato a otra parte. Que los jugadores del Cartagena también se han dejado la piel en la gatera por una ciudad y un escudo; que si hay que hablar de humildad, padecimientos y amor por los colores en Cartagena tenemos una cátedra y no aceptamos lecciones de nadie; que si existe una afición en España a la que le han dado ostias hasta en el cielo de la boca y se merece, de una puñetera vez, el ascenso de categoría, esa es la de mi Efesé; y que si aquí, de lo que se trata, es de marcar paquete y dar lastimica, nosotros ganamos por goleada.
Hay que ser imbécil para trazar líneas divisorias entre Alcoy y Cartagena apelando al orgullo, el pundonor y la testiculina, como si estos fueran patrimonio exclusivo de una de las partes. Un ascenso del Cartagena no sería menos poético que uno del Alcoyano, y las mismas dimensiones épicas tendría lo uno que lo otro. Y El Collao… pues será un infierno, una olla a presión y todo lo que me quieran contar pero sobre su césped, además de los cojones de la gente de Alcoy, estarán también los de Cartagena entera. Así que vamos a dejarnos de gilipolleces que en esta jodida historia cada uno sabe lo suyo. Que gane el mejor. Todo lo demás es furufalla y grea.
Las frases hechas son recurrentes y se suele hablar de un enfrentamiento de proporciones bíblicas en el que, naturalmente, y para que la fábula tenga el efecto deseado, el Cartagena hace las veces de Goliath; un enemigo prepotente y desapasionado cuya clasificación como líder del Grupo II, prácticamente no tiene mérito porque está sustentada en el vil metal, antes que en el esfuerzo de sus futbolistas o el apoyo de sus aficionados. El ascenso del Cartagena, por tanto, supondría el triunfo de lo inevitable; del poderoso frente al débil, y nos dejaría a todos sin motivos para creer en los cuentos de hadas. El ascenso del Alcoyano, por el contrario, significaría la victoria de la fe y del sacrificio; sería lo que desearía un observador imparcial y vendría a constatar la grandeza de un deporte como el balompié…
Y digo yo que… unos cojones. Que se vayan a jugar al victimismo barato a otra parte. Que los jugadores del Cartagena también se han dejado la piel en la gatera por una ciudad y un escudo; que si hay que hablar de humildad, padecimientos y amor por los colores en Cartagena tenemos una cátedra y no aceptamos lecciones de nadie; que si existe una afición en España a la que le han dado ostias hasta en el cielo de la boca y se merece, de una puñetera vez, el ascenso de categoría, esa es la de mi Efesé; y que si aquí, de lo que se trata, es de marcar paquete y dar lastimica, nosotros ganamos por goleada.
Hay que ser imbécil para trazar líneas divisorias entre Alcoy y Cartagena apelando al orgullo, el pundonor y la testiculina, como si estos fueran patrimonio exclusivo de una de las partes. Un ascenso del Cartagena no sería menos poético que uno del Alcoyano, y las mismas dimensiones épicas tendría lo uno que lo otro. Y El Collao… pues será un infierno, una olla a presión y todo lo que me quieran contar pero sobre su césped, además de los cojones de la gente de Alcoy, estarán también los de Cartagena entera. Así que vamos a dejarnos de gilipolleces que en esta jodida historia cada uno sabe lo suyo. Que gane el mejor. Todo lo demás es furufalla y grea.