Cójase la jornada de ayer sábado en la Liga Adelante y guárdese en la memoria como monumento al antifútbol y pista de lo que acabará sucediendo la próxima ocasión en la que, en la última jornada liguera, se enfrenten un equipo necesitado de puntos con otro que no se juegue absolutamente nada.
Todos, absolutamente todos, los partidos en los que se enfrentaban equipos que necesitaban ganar con otros a los que no les iba nada en el envite, han acabado en victoria de los primeros. Más aún, en todos esos partidos (Celta-Huesca, Cádiz-Numancia, Cartagena-Albacete, Betis-Levante, Hércules-R. Unión, Las Palmas-Nástic, Villarreal B-Salamanca y Rayo-Recreativo) el equipo que tenía que ganar lo ha hecho sin sobresalto alguno, marcando a las primeras de cambio, y consiguiendo, en la mayoría de los casos, una rotunda ventaja en el electrónico.
Los únicos enfrentamientos fuera de esa terna eran el Elche-R. Sociedad (ninguno se jugaba nada), el Castellón-Córdoba (ninguno se jugaba nada) y el Girona-Murcia (ambos se jugaban la permanencia). Antes de comenzar este partido, las combinaciones que debían darse para que descendiera uno de estos dos equipos eran bastante improbables en condiciones normales. De hecho, lo normal hubiese sido que se mantuvieran los dos fuese cual fuese el resultado de su partido, ya que al Girona (que recordemos que iba 13º al empezar la jornada) le favorecían un 99% de los resultados posibles en otros campos y al propio Murcia un 80%. Pero con lo que ni uno ni otro contaban era con la predisposición del resto de equipos a que se dieran justamente los resultados que convertian el Girona-Murcia en una auténtica final (¿Cómo va a ganar el Albacete en Cartagena, el Huesca en Vigo, Las Palmas al Nástic, el Cádiz al Numancia, el Salamanca al Villarreal B, y todo ello, además al mismo tiempo?) Imagino la sorpresa del Girona y su afición al comprobar en el descanso que con los marcadores que se estaban dando en otros campos y su momentanea derrota frente al Murcia, eran ellos los que descendían a segunda b y las prisas que les habrán entrado. El resultado final ya lo sabemos.
A lo que voy. Hoy la afición de Cartagena, en su mayoría, ha celebrado jubilosa la derrota de su equipo frente al Albacete y el descenso a segunda b del eterno rival en ese partido clave. Sin embargo, pienso que nadie que, verdaderamente, ame este deporte y sea del Cartagena puede haberse ido completamente feliz del estadio viendo como le cascaban cuatro goles al Efesé y comprobando el asco que da esto del fútbol profesional. Nadie que sienta estos colores puede haber sentido siquiera un ápice de alegría con los goles que le han metido a nuestro equipo (¿Castilla es así de malo o estaba por la labor?) y mucho menos, con la vergonzosa celebración en la grada de los mismos. Yo ya no sé si lo de esta afición es cuestión de tiempo y se curará conforme se asiente el equipo en la LFP, o lo nuestro no tiene solución y es que, sencillamente, somos así de gilipollas.
Lo que sí sé es que muchos que hemos ido hoy predispuestos a despedir afectuosamente al equipo y pasar un buen rato, hemos acabado con bastante mal sabor de boca. Y no es que nos fastidie el descenso del Murcia. Yo, como mucha gente, me sé de unos cuantos personajes enchufados en política y medios de comunicación a los que este paseo por la segunda b les va a venir que ni pintado para bajarles los humos y recibir de su propia medicina. Yo, como mucha gente, sé de las humillaciones que nuestro milenario pueblo tiene que soportar día tras día desde la capital del Segura en predios bien distintos del deportivo. Por supuesto, todo ello me duele como el que más. Pero una cosa es la rivalidad, la media sonrisa de ver al eterno rival hincar la rodilla y otra, muy distinta, celebrarlo con más estruendo que los goles del propio Cartagena.
Todos, absolutamente todos, los partidos en los que se enfrentaban equipos que necesitaban ganar con otros a los que no les iba nada en el envite, han acabado en victoria de los primeros. Más aún, en todos esos partidos (Celta-Huesca, Cádiz-Numancia, Cartagena-Albacete, Betis-Levante, Hércules-R. Unión, Las Palmas-Nástic, Villarreal B-Salamanca y Rayo-Recreativo) el equipo que tenía que ganar lo ha hecho sin sobresalto alguno, marcando a las primeras de cambio, y consiguiendo, en la mayoría de los casos, una rotunda ventaja en el electrónico.
Los únicos enfrentamientos fuera de esa terna eran el Elche-R. Sociedad (ninguno se jugaba nada), el Castellón-Córdoba (ninguno se jugaba nada) y el Girona-Murcia (ambos se jugaban la permanencia). Antes de comenzar este partido, las combinaciones que debían darse para que descendiera uno de estos dos equipos eran bastante improbables en condiciones normales. De hecho, lo normal hubiese sido que se mantuvieran los dos fuese cual fuese el resultado de su partido, ya que al Girona (que recordemos que iba 13º al empezar la jornada) le favorecían un 99% de los resultados posibles en otros campos y al propio Murcia un 80%. Pero con lo que ni uno ni otro contaban era con la predisposición del resto de equipos a que se dieran justamente los resultados que convertian el Girona-Murcia en una auténtica final (¿Cómo va a ganar el Albacete en Cartagena, el Huesca en Vigo, Las Palmas al Nástic, el Cádiz al Numancia, el Salamanca al Villarreal B, y todo ello, además al mismo tiempo?) Imagino la sorpresa del Girona y su afición al comprobar en el descanso que con los marcadores que se estaban dando en otros campos y su momentanea derrota frente al Murcia, eran ellos los que descendían a segunda b y las prisas que les habrán entrado. El resultado final ya lo sabemos.
A lo que voy. Hoy la afición de Cartagena, en su mayoría, ha celebrado jubilosa la derrota de su equipo frente al Albacete y el descenso a segunda b del eterno rival en ese partido clave. Sin embargo, pienso que nadie que, verdaderamente, ame este deporte y sea del Cartagena puede haberse ido completamente feliz del estadio viendo como le cascaban cuatro goles al Efesé y comprobando el asco que da esto del fútbol profesional. Nadie que sienta estos colores puede haber sentido siquiera un ápice de alegría con los goles que le han metido a nuestro equipo (¿Castilla es así de malo o estaba por la labor?) y mucho menos, con la vergonzosa celebración en la grada de los mismos. Yo ya no sé si lo de esta afición es cuestión de tiempo y se curará conforme se asiente el equipo en la LFP, o lo nuestro no tiene solución y es que, sencillamente, somos así de gilipollas.
Lo que sí sé es que muchos que hemos ido hoy predispuestos a despedir afectuosamente al equipo y pasar un buen rato, hemos acabado con bastante mal sabor de boca. Y no es que nos fastidie el descenso del Murcia. Yo, como mucha gente, me sé de unos cuantos personajes enchufados en política y medios de comunicación a los que este paseo por la segunda b les va a venir que ni pintado para bajarles los humos y recibir de su propia medicina. Yo, como mucha gente, sé de las humillaciones que nuestro milenario pueblo tiene que soportar día tras día desde la capital del Segura en predios bien distintos del deportivo. Por supuesto, todo ello me duele como el que más. Pero una cosa es la rivalidad, la media sonrisa de ver al eterno rival hincar la rodilla y otra, muy distinta, celebrarlo con más estruendo que los goles del propio Cartagena.